
¿Quién soy?
Mi nombre es Pilar.
Quién soy? Supongo que me caracteriza esta inquietud que siento siempre por hacer cosas diferentes, que lejos de calmárseme con los años, me va a más.
Pertenezco a esa generación que bamboleaba entre lo “progre” y las costumbres.
Ibamos a la Universidad para alimentar nuestra intelectualidad mientras nos preparábamos para un futuro profesional digno, aunque muchas de nosotras ni siquiera supimos elegir bien nuestras carreras.
Al mismo tiempo, en casa, nuestra madre nos enseñaba con ansiedad a coser botones y a cocinar para ser mujeres de bien. Ya antes, en la escuela, una asignatura que se llamaba Labores del Hogar y una profesora mayor y con gafas y generalmente con algún tic, eran las que nos enseñaban a coger correctamente el ganchillo para hacer cadeneta, o las agujas para hacer punto del derecho y del revés. Entre muchas otras cosas. Demasiadas para hacerlas todas bien, la verdad, y las suficientes como para crear en nosotras inquietudes. Mucha inquietud.
Muchas de nosotras nos casamos. "Vale...por la iglesia, pero sólo la ceremonia eh?, nada de misas”
Luego tuvimos hijas y nos pusimos a educarlas como nadie.
Pero “de bautizarlas nada eh?” (Lo haríamos siete años después cuando una de ellas nos pedía tomar su primera comunión..."pues vale, no importa, hay que ser tolerantes, tener la mente abierta..." )
Mientras las veíamos crecer milímetro a milímetro, nosotras cambiábamos continuamente de vestuario y de bolso: del delantal al traje y del traje al vaquero. Del carro de la compra a la mochila y de la mochila a un maletín. Por las noches cuentos. No bastaba con leerlos. Había que entonarlos tan bien como aquella bisabuela que tuve que cambió los nombres de Hansel y Gretel por los de Carmencita y Rafaelito, pero que le ponía tanto énfasis a sus narraciones que le puse para siempre cara y manos a la bruja de mi imaginación. No, no basta con leerlos. Primero hay que elegirlos bien, después interpretarlos, ponerles voces...porque sabes que puedes hacerlo y desde luego no hay color...
En la cocina y en general en la casa había que llegar a unos mínimos exigidos por las inspecciones periódicas de tu propia madre. Y además, claro, cumplir en el trabajo.
Un día, tu ángel de la guarda, que creías que no existía, se te presenta por sorpresa y te dice que nadie te conoce como él porque él vive en tu interior. Y te dice que te pongas urgentemente a hacer cosas por tí. "Pero... ¿cuando, cómo...aún tengo que hacer más cosas? Y sí, le haces caso a tu ángel de la guarda, porque ellas ya han crecido un poco y quizá te lo puedes permitir. Y por ejemplo te pones a pintar cuadros( a las tres de la mañana, claro) y de pronto despierta en ti una fiera dormida a la que tienes que alimentar cada día, cada mes, cada año...
Cuando mi hija nos dijo que iba a ser madre, a parte de “desmayarnos”un poco, noté que se me descargaba, como ella misma dice sobre su maternidad, una nueva aplicación, cuando parecía que mi escritorio estaba ya lleno.
De repente me surgió la necesidad de hacerle a mi nieto algo con mis propias manos. Una abuela que se precie tiene que hacerle a su primer nieto unos peucos o un gorrito. "Si, pero no serán unos peucos convencionales, tienen que ser diferentes, divertidos” y así los hice, porque si se me había olvidado un poco hacer crochet, para eso están google y los videos de youtube. Entonces me visitó de nuevo mi ángel de la guarda, que como vive en mi interior sabe lo que me conviene mejor que nadie y me dijo: - lo de los peucos está muy bien, pero por qué no piensas en hacerle un regalo distinto con el que puedas identificarte más... ¿Un regalo distinto?...Aquello sonaba bien, pero qué podía hacerle que expresara mi cariño de abuela y al mismo tiempo que fuera original, personal, tierno,...
Así es como por aquellos días nació el primer escenario: El Nombre. Y con él Flashecitos.
En fin, creo que FLASHECITOS es la consecuencia de toda esa inquietud de la que hablo.
-Ahí está mi familia, lo más grande.
-Ahí está mi creatividad que si no la pongo a trabajar, me achucha. La fiera, ya sabes...
-Y ahí están esos “humanitos” que son lo más puro y auténtico que existe. Sólo mirarlos produce un placer indescriptible. Así es que te pones a hacerles fotos para capturar todo su encanto y ternura. Pero ¿cómo vas a hacerles unas fotos y ya está?, tienen que ser fotos diferentes, porque sabes que puedes hacerlo y desde luego no hay color...